Una canción para esa diosa que canta sumida en su belleza
un poema para el triste que quiere trascender a través de nada.
La tarde llueve con luz de nostalgia y nubes de terror
acompañada de campanas, bocinas y uno que otro llanto.
Ella sale de la ducha, toma una pared y se quita el agua
luego amarra su cabello con intestinos de algún pegaso
y se viste de rojo con la sangre que chorreaba de sus piernas.
Del otro lado un escritor destruye cientos de papeles y se traga la tinta...
Se miran... se acercan... caen en silencio al suelo y allí lo notan
Hay un espejo y cada uno está de un lado distinto.
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